Mis odios y mis afectos

Para que no me envíen más mensajes con puteadas varias, para que no me pelen a mis espaldas por las razones equivocadas, para que los que no me aprecian por no conocer bien mis ideas, de ahora en adelante lo hagan con conocimiento de causa, para que no me alaben los pocos que lo hacen por virtudes que no poseo, en fin, para todo eso, aquí les presento un breve catálogo de mis odios y afectos. Está rigurosamente puesto al día, ha sido revisado y corregido y se entrega sin cortes editoriales de ningún tipo (porque yo mismo soy el editor de este humilde y cuasi anónimo sitio).

Será el único que publique este año, aunque no descarto una nueva edición el 2011.

Los detestables

Detesto a los idealistas de ojos en blanco, boina en la cabeza, barba, traje verde olivo, pistola al cinto y un mito a cuestas para lucro post mortem de los vendedores de poleras. De hecho odio a todos los «comandantes», partisanos, maquis, revolucionarios, protestarios callejeros y otras variedades de la misma fauna vociferante, violenta y a menudo también sanguinaria y por cierto siempre enceguecida con la ridícula presunción de ser titulares vitalicios de la VERDAD y la JUSTICIA, así, con mayúsculas.

Odio a más no poder a los portavoces, voceros, cineastas, escribanos, panfleteros, gacetilleros, poetisas, «cantautores» y otros artificieros de la palabrería y la imaginería que toman a esos imbéciles y los convierten en objeto de culto, como hizo con el Che Guevara un cinematografista al peo.

También detesto al típico Chileno vivaracho, enfermo de flojo, resentido, incompetente, corrupto, machista, salsero, ignorante, fracasado, curado y quejicoso que pulula y hace nata de norte a sur en este País.

Asimismo no hay minuto que no me fastidien los que proclaman las virtudes inexistentes de las etnias originarias, los que agitan la bandera de lo latinoamericano y autóctono como si fueran la gran cosa, los tocadores de charango, zampoña y quena, los que ensalzan las «culturas andinas», los que dicen sentirse orgullosos de su ascendencia india, en fin, casi todos los patanes que habitan este subcontinente.

Me irritan al límite los mandriles fanáticos de su política particular, de su cultura particular, de su religión particular, todos los cuales suelen decir, respecto a esa ascendencia, «a mucha honra» o «estoy orgulloso de ser…»

Los insoportables

Insoportables son para vuestro servidor, aunque no alcanzan a merecer mi odio, los jovenzuelos que deambulan por las calles tropezando en los cordones de sus zapatillas desamarradas y con pantalones tres medidas más anchos colgando a medio culo y que de ese modo y muchos otros han hecho del desorden, la desidia, la suciedad, la confusión, el mal gusto y el analfabetismo casi emblemas de distinción y carta de derechos consuetudinarios.

Tampoco tolero a los politiqueros que encaramados en el primer cajón tomatero o tarima se toman tan en serio que cuando hablan se escuchan con arrobo, salivan de lo lindo y se refieren a sí mismos con un «nosotros» y más aun, cuando los pillan con las manos en la masa en algo turbio -lo cual sucede con frecuencia- se alaban a sí mismos haciendo mención de su firmeza, sacrificio, virilidad, consecuencia, servicio a los pobres, patriotismo, y otras yerbas.

Otra variedad de idiotas intolerables son los intelectuales de academia, los con patente y título, cargo, profesorado vitalicio, decanato y «publicaciones» pero incapaces de producir más de una idea mediocre por decenio y que hacen de sus libros una enciclopedia de citas al pie de página, bibliografías, referencias a terceros, mala prosa, cero perspicacia y la eterna promesa incumplida de que «esta es sólo la introducción al tema, habrá que desarrollarlo más adelante».

También me irritan profundamente los flaites amantes del deporte mecánico que con un mal gusto inconmensurable decoran sus autos como si fueran árboles de navidad sobre ruedas, y que circulan ventanas abiertas con el buen reggaetón a un volumen tan bestial que se escucha a una cuadra a la redonda.

Ni aprecio, por cierto, a los miembros de la clase media emergente, descerebrados seres aspiracionales y materialistas sin otra meta en sus vidas que comprarse un mediocre auto coreano y por lo general tan huevones y estrechos de mollera como sus conciudadanos de clases más altas, quienes a su vez suspiran por una «Pathfinder».

Afectos

En cambio tengo afecto y hasta cariño por los tipos ingeniosos y con sentido del humor incapaces de tomarse en serio porque saben bien que ellos y sus congéneres no son mucho mejores que una plaga de cucarachas. Me refiero a fulanos como Jaime Celedón, quien publicó un libro con textos verticales («Qué Quieren que les Diga») que me suenan a los artefactos de Parra, pero a menudo más divertidos. Me he cagado de la risa y no resisto mostrarles una fracción de uno de ellos:

«Voy a poner una vidriería en la calle Yungay, y se llamará La Esperanza. Advierto que no hará repartos a domicilio pero en el letrero del portón pondré en forma muy vistosa la palabra “Delivery” me han dicho que es la moda…»

Agrego a la lista a Talleyrand, diplomático, superviviente, inteligencia suprema, talento sin igual, buenos modales, fornicador como él solo, salvó a Francia de ser descuartizada en el Congreso de Viena, fue nombrado príncipe de Benevento y murió rico y rodeado de sus seres queridos, a quienes dejó forrados en plata.

Sumo a ellos a clásicos contemporáneos como Thom Yorke y Billy Corgan, y en general a todos los genios de la música que me relajan y me hacen disfrutar de su arte, y para lograrlo apenas he tenido que gastar lo que cuesta un CD (original o cuneta, elija Ud.) y luego prestar la oreja.

Lo mismo digo de escritores como Anatole France, Mark Twain, Herman Melville, Nicanor Parra, y tantos otros que me han ilustrado, entretenido y emocionado sin otro gasto que el de unos pesos en un libro y unas horas de tranquila y concentrada lectura lejos del ruido y de toda la infinita variedad de pelmazos que habitan el país, las salidas a terreno costero o montañoso que normalmente terminan en la ruina y la ira.

En fin, agrego a mis amigos: que son pocos y no siempre a la mano, más bien los veo tarde, mal y nunca, pero supongo que ahí estarán el día que los necesite para oír mi petición de ayuda y darme una sentida explicación de por qué no podrán ayudarme. Nada como la amistad.

Saludos.

V

2 respuestas to “Mis odios y mis afectos”

  1. claudia g Says:

    Me he reido mucho con tu lista de odios y he compartido un par de puntos de los afectos…si me permites siento que faltó un poco profundidad en el punto de los arribistas , que calaña de porquería ésta que pretende ser lo que no es ! mujeres que dejan a sus hijos botados por irse a encalillar tardes completas a un mall, que se compran un perfume de 60 lucas en 12 cuotas , que andan buscando imitaciones de carteras de marca francesa y lentes de sol idem , que sienten que la Pamela Diaz es una idola ?!?!! que trabajan no para ayudar al pobre pelotudo que tienen de marido sino pa echarse la plata encima y teñirse el pelo rubio , familias que ponen a los hijos en colegio pagado y no pagan el dividendo y les dan a los cabros puras salchichas, huevones que se compran chaquetas North Face de 150 lucas y jamas han ido a subir un cerro o a escalar en bajas temperaturas y el uso principal es aparentar estatus….podría seguir por mucho mas pero ,en fin, como dice tu mas reciente comentario definitivamente la raza es la mala…

    • V for Vendetta Says:

      Reservé el tema de la denominada «clase media emergente» para una columna completa que publicaré pronto, sin duda es un tema que da para largo.

      Saludos.

      V

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